(...)
a Facundo, a Agustín S.
La mesa se sirve a cualquier hora que sea en punto, con un minuto de demora, con cinco de atraso. Para ver si viene, por las dudas, porque venga temprano y nos sorprenda.
De noche cualquier cosa, menos un minuto, más cuatros horas, todo, menos que me pidan que pare. Es que ando alucinado con vaya a saber qué asesinato, qué nacimiento, qué vida.
Me hundo y Facundo conoce los fondos, los narra con silencio, como se narra la pura oscuridad, como se cuenta cuando la sordera y te sorprende la vida a la mitad de una caída. En los ojos el "te lo dije" que nunca se animó a decirme, la cara terrible de posguerra, del que lo vió antes pero no recuerda con certeza, solo con heridas.
El otro, el alucinado, sacaría los parches, uno por uno, para investigar sus heridas y hacer una investigación profunda, una trama crónica directa interrumpida por los choques eléctricos de su cerebro que se desbanda y grita y mueve y por fin decimos qué te pasa hermano? y entonces ( Manos crispadas me confinan al exilio. / Ayúdame a no pedir ayuda. / Me quieren anochecer, me van a morir. / Ayúdame a no pedir ayuda) engañado por uno de sus constantes ataques de cordura extrema se detiene para decir con la ternura del arrepentido que sabe que no puede arrepentirse:
- un día vamos a recordar con nostalgia la ayuda que debimos pedir.
Silencio, bestias pueden despertarse con Carlitos, con su voz embichada.
Qué extraños seres, nunca hablan de ser felices, ni de los días que le correspondan, siempre en su tétrica búsqueda de sensaciones.
Es que la poesía es un espectro leve, un susto para los huesos que corren del cuerpo un segundo y entonces la vida otra vez y se palpan para ver si no los ha herido, nunca más heridas que en el alma que no sangra, que se ha ido en busca de. ¿Cúanto puede herirse lo que no está? ¿cuánto duelen las heridas del alma desaparecida? duelen leves recuerdos, como el humo del cigarro que corta el aire que han olivadado por su infinita presencia. Vuelven a la búsqueda de ese dolor minúsculo del tiempo como buscando una razón, como queriendo entender un por qué, escriben poemas, leen por doquier, pero solo los espasmos leves que acarician con filo un pedazo de algo que se vuelve a olvidar. Amor a lo desconocido, piden a gritos que la vida se parezca mucho más a una tragedia y al exceso del sentimiento humano.
Lo que pasa ahora.
Van a caer, arrodillados al arrepentimiento, por ser tan bastardos del futuro, tan hijos pródigos del porvenir.
Es que la poesía es un espectro leve, un susto para los huesos que corren del cuerpo un segundo y entonces la vida otra vez y se palpan para ver si no los ha herido, nunca más heridas que en el alma que no sangra, que se ha ido en busca de. ¿Cúanto puede herirse lo que no está? ¿cuánto duelen las heridas del alma desaparecida? duelen leves recuerdos, como el humo del cigarro que corta el aire que han olivadado por su infinita presencia. Vuelven a la búsqueda de ese dolor minúsculo del tiempo como buscando una razón, como queriendo entender un por qué, escriben poemas, leen por doquier, pero solo los espasmos leves que acarician con filo un pedazo de algo que se vuelve a olvidar. Amor a lo desconocido, piden a gritos que la vida se parezca mucho más a una tragedia y al exceso del sentimiento humano.
Lo que pasa ahora.
Van a caer, arrodillados al arrepentimiento, por ser tan bastardos del futuro, tan hijos pródigos del porvenir.
tom
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